Hansel y Gretel.
Nurieta González Sebastiá
Dibujos: Ramón Gutiérrez Arroba
En este cuento se habla de una familia
muy pobre que se encuentra en la situación de dar de comer a los hijos y no
tener con qué. Los hijos son dos niños que dan título al cuento. Los padres
deciden, a propuesta de la madre, llevar a los niños al bosque y abandonarlos
para no morir todos de hambre. Traman encender una hoguera una vez allí, dar a
los niños un trozo de pan y dejarlos a su suerte. Los niños oyen esos planes
mientras los padres lo hablan y Hansel decide coger guijarros para ir
tirándolos mientras les llevan al bosque y encontrar así el camino de vuelta.
Consiguen volver con esa argucia a la casa. La siguiente vez que los padres
quieren dejarlos en el bosque, Hansel tira migas de pan para señalar el camino
de vuelta y ya no pueden regresar porque los pajarillos se han comido el
pan.
Es el primer cuento que estamos
incluyendo y vamos a ir explicando los pasos. A medida que avancemos en este
libro, este trabajo puede irse simplificando porque los lectores ya estarán
entendiendo lo que hacemos. Estamos entusiasmadas con este trabajo y querríamos
que vosotros (lectores) pudierais sentir algo de lo que sucede en esas escenas
que vamos a ir relatando.
Estábamos con Hansel y Gretel y
habíamos hablado de la primera parte de la historia. Los niños oyen el cuento y
no suelen cuestionar la conducta de los padres. Encuentran lógica esa conducta.
Tal como está expuesta, el niño interioriza que tendrá que salir antes o
después del hogar. Puede que vuelva a la casa en el primer intento pero,
finalmente, será expulsado de ese lugar en el que se experimentó la seguridad.
Desde la mirada adulta se ha cuestionado, a veces, la crueldad del cuento. Los
padres del relato conspiran cuando creen que los niños duermen para echarlos de
la casa y evitar el hambre. Pero lo que al niño le aterra es precisamente eso,
salir fuera de la seguridad del hogar. El niño quiere ser mayor, quiere crecer,
pero no se plantea salir del hogar. Los cuentos se lo dicen con frecuencia:
tendrás que irte. Y de forma simple, que es como los niños lo entienden. Esa
crueldad que vemos como adultos es la misma forma simple en la que ellos
expresan los sentimientos. Por ejemplo: “Yo no voy a casarme nunca”, decía un
niño cuando caía en la cuenta de que un familiar que se casaba no volvía a la
casa familiar el día de la boda. Los niños dicen cosas así, por ejemplo ¿por
qué no regalamos la hermanita?. Echar a la hermanita de la casa no es para el
niño una crueldad porque la crueldad es cosa de los adultos que tienen la
capacidad desarrollada de contener sus instintos agresivos sin actuarlos. Los
papás que en un momento dado están cansados del llanto de un bebé no hacen
planes para desprenderse de él pero el hermano un poco mayor sí los hace. Queremos
decir, aunque sea sabido, que los papás y las mamás en algún momento de
cansancio, de desánimo, de saturación, desearían que no estuviera el bebé y
tienen sentimientos hostiles hacia él pero, si son medianamente sanos, no van a
actuar esos deseos. Hasta aquí el análisis de la crueldad del cuento de Hansel
y Gretel.
Tal y como explicábamos antes, cuando
un participante en un grupo de trabajo narra este cuento, se le pide que lo
cuente en primera persona y en presente. En Hansel y Gretel el participante,
alumno o paciente se identifica con Hansel o con Gretel. Primera proyección:
Soy Hansel y ayudo a mi hermana Gretel. O soy Gretel y mi hermano me ayuda. En
el cuento cualquiera de los dos puede ser el salvador de la situación ya que,
si bien al principio es Hansel quien intenta volver a la casa llevando de la
mano a su hermanita, en la segunda parte del cuento es Gretel quien salva a su
hermano. Es importante internarse en el cuento con los matices de voz que
correspondan. Suele ser fácil porque los cuentos han sido dichos por los
adultos a los niños con grandes inflexiones de voz, subrayando partes…etc.
En Gestalt, en el trabajo con los
sueños, que es una de sus herramientas más conocidas, se considera que todas
las partes del sueño, sus elementos, su guion, sus personajes…etc. son
proyecciones del soñante. Por eso, se induce un trabajo de recuperación de la
proyección, haciendo que el participante de un taller que cuenta su sueño, vaya
convirtiéndose en los diferentes elementos del mismo, empezando por los
escenarios (por ejemplo: sé esa casa, dime cómo eres) y terminando en las
personas que intervienen en el sueño. También se inducen diálogos entre las
diferentes partes del sueño (diálogo entre dos estancias de una casa, diálogo
entre dos personajes…). Pues bien, el proceso de trabajo con los cuentos es muy
similar. Lo primero que se pide es que el alumno se identifique con el
personaje central (por ejemplo: Soy Hansel y estoy en…) y deje que las palabras
acudan a su boca recreando el cuento. Es necesaria la espontaneidad, nos
ajustamos al guion de forma libre y conservando en lo posible el original. Lo
reinterpretamos, lo actualizamos y lo actuamos, abriendo un escenario de
posibilidades que nos conducen a la expresión de todo tipo de necesidades,
pensamientos, sentimientos o creencias que comienzan con pequeños esbozos hasta
crear una historia en la que cada uno puede reconocerse.
A veces, podemos animar al
participante a que escenifique lo que va sucediendo. No sólo con la voz, así,
puede ser que el alumno se levante y camine por la sala como si estuviera en el
lugar imaginario de su cuento. Le podemos decir: Haz de Hansel, ve haciendo los
gestos del cuento, escoge a una Gretel entre tus compañeros y sigue contándonos
lo que sucede. Además, decimos a los demás que pueden intervenir de acuerdo a
lo que les va surgiendo. Por ejemplo, si “Gretel” decide saltar alegremente y
decir: “Ay! Sí, Hansel llévame de la mano y enséñame el camino a nuestra casa”,
no sólo el participante que está trabajando directamente el cuento tiene
oportunidad de tomar conciencia de aspectos suyos al escenificarlo sino que
otros participantes encuentran la posibilidad de explorar zonas propias. Frente
a un Hansel más seguro, Gretel podrá explorar su pasividad. Mientras que en el
encuentro con un Hansel que resulta ser el ideal de ese participante, pero un
ideal que no se actualiza en su vida, es decir un Hansel pasivo, puede darse el
caso de una Gretel frustrada y enfadada. O de una Gretel que, a diferencia del
inicio del cuento, toma la iniciativa y conduce a Hansel a nuevos escenarios,
ofreciendo estrategias para salir de la situación y trasnformar con sus ideas y
conductas una situación angustiosa en una más liviana, encontrando recursos
para superar esa fase.
Vamos a explicar un poco más lo
anterior. En el cuento Hansel toma de la mano a su hermanita para volver a casa
y ella se deja ayudar. Pero si el alumno que está en el papel de Hansel casi no
toma iniciativas, el que está haciendo de Gretel (sí, habéis oído bien: los
personajes son encarnados por participantes femeninos o masculinos sin ceñirse
a la historia original) puede responder airadamente y reprochar a Hansel: “siempre
haces lo mismo, haces como que me salvas y luego me dejas hacer”. A raíz de esa
escena podemos actuar de muchas formas. En unos casos seguimos la improvisación
dramática que ha surgido porque vemos que se están activando emociones
importantes en los “actores”. O les pedimos que vuelvan al original: “Hansel,
no estás siguiendo la historia, no estás llevando a tu hermanita a casa, ¿qué
te pasa? ¿cómo te estás sintiendo?”. La experiencia en dirigir este tipo de
talleres y nuestro conocimiento de los alumnos y de la personalidad en general,
nos llevarán por un camino u otro.
Hemos abierto varias posibilidades (y
son situaciones que se dan en el trabajo con cuentos) y apenas hemos empezado
el cuento. Como apuntábamos antes, una posibilidad es que el participante que
escogió Hansel y Gretel como su cuento favorito de la infancia, haya
incorporado ese personaje en su identidad, en sus conductas, en los roles que
ha ido desempeñando y esté encantado de coger de la mano a su hermanita y
conducirla de vuelta a casa. Podría ser un Hansel que superara, evitara o
negara su miedo e inseguridades ayudando. O que negara el peligro. “Ya verás,
Gretel, yo te traeré de vuelta a casa, no pasa nada”.
O podría ser un Hansel que el niño no
alcanzó a incorporar, un ideal de conducta no conseguida. Al trabajar con este
cuento este Hansel se sentirá fatal cuando Gretel tome la iniciativa. La
diferencia entre lo representado en el espacio terapéutico y el cuento original
podría significar, por ejemplo, la quiebra narcisista de ese participante.
Así, si es Gretel quien coge las piedrecitas para señalar el camino, Hansel
puede sentirse poco valorado, puede entristecerse, enfadarse...En nuestra
experiencia en ese caso, esas personas que tienen un déficit narcisista como
consecuencia de la enorme distancia entre la imagen que tienen de sí y la
imagen ideal (en este trabajo el personaje central: Hansel puede ser esa imagen
ideal de sí), van a tener tendencia a fantasear, a seguir como aquel niño que
se imaginaba como Hansel. Mientras que si esos mismos niños van superando
ansiedades propias del crecimiento, como la ansiedad fundamental de separación,
llega un momento en que no necesitan seguir oyendo o leyendo ese cuento. Deja
de interesarles. Saben que se las van a arreglar, que van a superar esa fase,
esa situación en su momento infranqueable.
Una alumna, en el papel de Gretel,
habla de que su madre se quedó embarazada a los dieciséis años y ella siempre
cuidó de su hermano. Encontrar una misión, un sentido a la carencia del cuidado
de los padres puede ser canalizado en el cuidado de un ser más desvalido que
uno mismo. Y éste es otro aprendizaje que algún alumno extrajo del cuento para
su vida. Y es, además, la razón por la que algunas personas encuentran en su
colaboración desinteresada a una ONG, en la atención a personas dependientes o
a niños, el bálsamo para sus heridas interiores de abandono y soledad. Son
personas que brindan un estupendo servicio a la sociedad al mismo tiempo que se
reparan a sí mismas por dentro. Nos hemos encontrado muchas veces con esta
doble visión del guion del cuento: es una escenificación de los conflictos
infantiles y, al mismo tiempo, trabajar con esas escenas que provocan que estos
conflictos salgan a la luz, puede inducir también la construcción de un sentido:
El sentido del trabajo o de la vocación o de un aspecto de la personalidad que
pasa a ser integrado voluntariamente ahora. “Ah! Yo cuidaba de mi hermano, por
eso me gusta cuidar, soy feliz haciéndolo”.
Pero sigamos adelante con este cuento.
La segunda vez que los padres urden una estrategia para abandonarlos, los niños
no encuentran el camino de vuelta a casa y, siguiendo a un pájaro de cantar muy
dulce (estos detalles varían mucho en el recuerdo de cada uno sin que
signifique grandes cambios en el cuento), encuentran una casita dulce que se
puede comer. No solo encuentran un lugar donde protegerse sino donde comer sin
parar, empacharse de dulce. El dulce que está racionado o casi desconocido en
su hogar. El dulce, por contraste, abundante en los hogares actuales,
disponible en las tiendas de chuches, en el colegio, en los cumpleaños...el
festín del no parar de comer (no parar de incorporar lo de fuera), la
voracidad, la oralidad como la llamamos los psicólogos (que hace referencia a
la primera etapa de nuestras vidas cuando chupábamos).
Perls (1947) hablaba muy a menudo de
la “introyección” (modo de incorporar al interior personas, objetos, mandatos
morales sin masticarlos, sin examinarlos antes, sin comprenderlos, sin saber si
son buenos o no para un crecimiento sano) como de una adaptación al ambiente
dañina para el organismo que se encuentra con cuerpos extraños dentro sin
digerir. A Perls le gustaba poner el ejemplo de chupar, morder y masticar como
ejemplos sucesivos de introyección total, introyección parcial y
asimilación.
Este cuento es elegido algunas veces
por los niños y adultos glotones. Personas que saborean la vida constantemente,
en las que hay ansia de engullir las experiencias, las terapias, los talleres,
las comidas, sin cansarse nunca. La metáfora de la casita de chocolate, como
también se llama al cuento, es estupenda para describir su enorme glotonería y
oralidad. Además, el chocolate no es un ejemplo de dificultad en la
masticación, no necesita un laborioso proceso para ser tragado. Puede ser
engullido sin parar. El adulto que ha conseguido (quien lo consigue) una
capacidad de asimilación según lo llamaba Perls, puede masticar, discriminar
qué y cuánto quiere incorporar del exterior pero el niño no puede. Ante una
casita de chocolate el niño no va a parar de comer. Es una de los muchos
contenidos del cuento. Venciendo activamente las dificultades aprendemos a
discriminar lo que nos conviene y lo que no. Y, a veces, se nos presentan las
situaciones de un modo aparentemente dulce y apetitoso y no nos tomamos el
tiempo de averiguar si nos convienen o no.
Hansel y Gretel empiezan a comer hasta
que aparece la anciana aparentemente bondadosa que les invita a pasar al
interior. Una pantalla excelente de proyección para los Hansel y Gretel que
hemos dejado en el grupo de trabajo. ¿Qué van a hacer? ¿Confiarán
inmediatamente en la anciana? El niño que lee este pasaje del cuento sufre con
el protagonista porque se ha confiado sin garantías en quien le ofrece comida
inmediata. Siente que él haría lo mismo. El cuento enseña una amarga realidad:
a veces, lo que es tan atractivo esconde un peligro. En la vida hay personas y
situaciones que van a engañarnos con un ofrecimiento de algo mejor y continuo,
de una forma seductora, con promesas. Tras la bondadosa anciana se esconde una
bruja.
Al encontrarse con la anciana, nuestro
Hansel alumno escoge a otro participante como la anciana bruja. Otro alumno o
alumna que va a recibir esa primera información ¿Cómo me siento cuando me
identifican con ese ser mentiroso y malévolo? ¿me divierte y no me produce
conflicto? ¿Me produce placer imaginar que voy a engañar a esos niños para
comérmelos después? Hay ocasiones en que alguno de estos “secundarios” de
nuestra representación descubren asombrados cómo se sienten llenos de energía y
pasión representando un personaje que no habían imaginado que les haría sentir
eso. Y otros, se sienten enojados o asustados ante la imagen que en ese momento
les devuelve el grupo. “¿Por qué tengo yo que ser la bruja?” A veces con la
defensa racionalizadora incorporada: “en realidad, ya sabía que me ibas a
elegir como bruja”. Es el caso de algún alumno que, frente al desasosiego de la
elección de su compañero, se reafirma mediante el control: Ese “ya sabía yo que
me ibas a elegir como bruja” funciona como amortiguador de saberse elegido
o elegida como bruja.
Como la inmediatez de la proyección es
muy importante, es frecuente que la persona que se ve invitada al guion de otro
participante como bruja o como cualquier otro personaje, se vea de repente en
un enredo que tiene que ver con sus asuntos más que su propio cuento. Ella o él
podían haber elegido una historia diferente pero al convertirse, ahora
repentinamente, en la bruja de Hansel y Gretel, empiezan a hablar: “Voy a
comerme a estos niños...ja ja, los voy a hacer sufrir, los voy a cebar y cuando
estén gorditos me los comeré” y tienen un darse cuenta, un insight repentino:
“sí, puedo disfrutar haciendo daño”.
Precisamente una parte de nuestro trabajo,
la que hacemos al final del taller es representar el personaje opuesto al
protagonista. En este caso sería la bruja de Hansel y Gretel. Se tratará de incorporar
en la dramatización toda la energía que está retenida en la negación de las
características que solemos atribuir a una bruja y que solemos rechazar y
reprimir.
Como vemos nuestro espacio grupal
contiene ahora mucho movimiento. Personajes principales y secundarios están
dando vida al cuento que eligió un participante y lo que está sucediendo es de
una intensidad extraordinaria. Muchos de ellos están sintiendo mediante la
dramatización aspectos profundos de su personalidad. No están en ese momento
reflexionando sobre ello (lo harán más adelante) sino que lo están llevando a
la acción (en lenguaje psicológico: lo están actuando) para después elaborar
sobre ello. Ésta es la consigna: actuar sin pensar, dejarse llevar por el
personaje que llevamos dentro. Esto es muy representativo de la Psicoterapia
Gestalt, es lo que hace que alguien familiarizado con la Gestalt identifique al
entrar a ese grupo, que ahí se está trabajando desde la Gestalt. Sucede algo, se
provoca una escena y después se elabora lo sucedido y se engarza en el resto de
experiencias de la persona. Puede desprenderse de este trabajo un material
tremendamente valioso para posteriores sesiones de terapia grupal o individual.
Y puede quedar rotulada esa experiencia, de tal modo que, a veces, ese alumno o
paciente hable de “su bruja” o “ahora estoy siendo bruja”.
Ese trabajo posterior de elaboración
puede ser hecho de distintas formas. Lo más habitual es que nada más terminar,
los demás comenten abiertamente lo que les ha parecido y lo que han sentido y
puedan ofrecer feed back al que ha
trabajado su cuento.
Una secuencia de trabajo habitual
puede ser:
1. Recibir inmediato fead bak de los
participantes y de las terapeutas y comentar todo lo que surge en ese momento
2.
Escribir (ahora
ya todo el grupo) acerca de lo que han vivido y buscar una o dos personas
dentro del grupo con quien compartir los descubrimientos.
3. Anotar los sueños posteriores y trabajar
también con ellos…etc.
Volvamos a nuestro cuento. La bruja ha
conseguido su objetivo que es el de atraer a los niños con dulces manjares para
después cocinarlos y comérselos. ¿Podemos imaginar algo más cruel? Estamos
hablando de cuentos infantiles, de historias que han tenido durante muchos años
la boca abierta de nuestros niños, interesadísimos a la vez que aterrados por
esta bruja. Y de madres o lectores que han contado estas historias encontrando
placer en hacerlo. Lo habitual es que, además, hayan dramatizado la lectura. No
se suele decir con tono neutro: ahora me los voy a comer, repitiendo las palabras
de la bruja. La lectura será pausada y contundente, ampliada con gestos en los
que los niños entienden la emoción que contiene el cuento y, al mismo tiempo,
están a resguardo en la compañía de esa mamá o ese cuidador que les cuenta una
y otra vez la historia. Y una historia de la que conocen el final feliz. El
niño sabe que los protagonistas se salvan al final.
Ésta es otra de las funciones del
cuento. Aprender a vivir con intensas emociones sin que nos tambaleen
demasiado. El niño pide una y otra vez el cuento y cada vez siente miedo o se
emociona imaginando la desgracia de los protagonistas. Pero está protegido por
el adulto que se lo cuenta. Está aprendiendo a “contener” dentro esas
emociones, a hacer un sitio, un lugar interior que tiene que crecer y crecer al
mismo tiempo que crece su cuerpo, un lugar donde sentir el propio apoyo.
Si volvemos a nuestra sala de terapia
veremos a nuestra “bruja” diciendo esas palabras que con toda seguridad no le
van a dejar indiferente. ¿Qué elaborará después? Ahora en el cuento cambian las
tornas. La bruja encierra a Hansel y emplea a su servicio a Gretel que, en el
cuento, es quien finalmente engaña a la bruja y la echa al fuego salvándose y
salvando al hermanito de ser comido.
Una Gretel dice: “Uf! Es lo mismo que
me ha pasado con mi hermano, él estaba peor que yo pero yo no podía protegerlo
de la bruja” (una mujer de la familia). “Yo me alié con la bruja, no podía
hacer otra cosa”...y lo dice con lágrimas de reconocimiento de la situación y
de culpa. Ella ha escogido este cuento porque Gretel era su ideal, lo que ella
sentía que debía haber sido: la salvadora de su hermano. Volver a la situación
original y, con la ayuda de la terapeuta, entender que no era posible nada más,
que sólo era una niña y poder localizar dentro de sí ese sentimiento de ser
mala por haberse aliado con la bruja fue un trabajo estupendo con este cuento
para esa paciente. Igualmente lo fue entender el porqué de aliarse “con los
malos”.
Otra Gretel puede estar muy orgullosa
de su papel salvador y repetir eso muchas veces en su vida. Va salvando
hermanitos en su trabajo o en sus parejas….
Un participante de este taller se
identifica con el Hansel que lleva a su hermanita de la mano y en su narración
“olvida” que, al final, es ella quien lo salva. Estas versiones distintas del
cuento original son muy interesantes porque el psiquismo ha hecho un esfuerzo
doble. Hansel alumno se encuentra con la confrontación del grupo: “pero si fue
Gretel quien te salvó” (y no hay que olvidar que quien le dice eso ya sabe
algunas cosas sobre el alumno Hansel y no le pasa desapercibida esa omisión). El
niño se identificó con el protagonista, gozaba de oír contar el cuento. Y
después tiene que hacer una negación para seguir siendo el héroe. Ese aspecto
“olvidado” es posiblemente un “hueco” en la personalidad. Cuando los demás le
dicen: pero si fue Gretel quien te salvó, el participante puede quedarse
perplejo. ¿Por qué habría de afectarle el mal recuerdo de un cuento de su
infancia si eso no tuviera un significado profundo? A partir de esa
perplejidad, de esa manera distinta de poder contarse las cosas, puede empezar
a construir otra narrativa y puede llegar a entender que esa pareja a la que
cree haber ayudado tanto, le ataque por no reconocerle en su profesión y en sus
logros. Nos hemos encontrado, a veces, con que se plantea ¿quién ayuda a
quién?
Y todas estas cosas surgen de forma
espontánea en el trabajo. Surgen del participante que ha salido a trabajar su
cuento preferido de la infancia y de todos los demás que en unos casos escuchan
y movilizan sus guiones internos y, en otros, son directamente invitados a
participar en esos papeles secundarios que permiten proyecciones con frecuencia
más profundas que en el cuento propio, porque no hay preparación para el papel.
Como decíamos, el que ha elegido Hansel de algún modo tiene una escena, un guion,
algo que quiere decir con su cuento. En cambio, cuando alguien es elegido como
bruja, como Gretel, como padre o como madre, no ha podido prepararse
mentalmente y se encuentra inmediatamente sumergido en el personaje.
Hemos tratado con Hansel y Gretel extensamente
para familiarizar al lector con el trabajo que realizamos. Proseguimos...
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