BLANCANIEVES
Nurieta González Sebastiá
nurieta.gonzalez@hotmail.com
Dibujos: Ramón Gutiérrez Arroba
Se nos van acabando los adjetivos de
admiración por estas pequeñas y relucientes historias. La de Blancanieves es
universal y la hemos visto trabajada en nuestros talleres muchas
veces.
La historia la conocemos todos. La
reina que da a luz una niña tan blanca tan blanca como la nieve y que va a
ser llamada, de ese modo, Blancanieves. Y como en otros cuentos, la madre muere
y el padre se casa con una nueva mujer: la madrastra. De este modo el niño
puede adjudicar a esta horrible figura toda la maldad dejando a salvo a la
madre. Ya hemos hablado de que el niño no es capaz en edades tempranas de ver
en sus seres queridos partes buenas y partes malas y la madrastra de
Blancanieves es perfecta para proyectar en ella todos los aspectos indeseados
de la madre. Pero, además, también viene bien a la persona que lee el cuento al
niño. Puede exagerar todas las cualidades feas de la madrastra y quedar
totalmente a salvo. La madre ideal siempre tiene que tener sentimientos
benévolos y amorosos hacia sus hijos. Una mentalidad que extraña, fuera de lo
socialmente admitido, los sentimientos complejos y cambiantes de la
maternidad. El mensaje de una madre que le cuenta a su hijo un cuento como
éste es: las madrastras son malas pero yo, mamá, sólo puedo ser buena y tanto tú
como yo podemos estar tranquilos al respecto.
Estábamos hablando de esta hermosa
niñita que ahora se las tiene que arreglar con una madrastra. Por cierto, que
no consideramos casual que, desde el momento en que esta figura aparece, la del
padre rey desaparece. El cuento (al igual que la psicología de muchos
participantes) sigue adjudicando el papel de malo a uno de los progenitores y
“olvida” el abandono del otro. Lo vemos muchas veces en la clínica: hay un
progenitor “malo” que ha cuidado del niño o niña y otro “bueno” que se fue, que
abandonó con múltiples excusas.
Pues la nueva mujer del rey tiene una
preocupación obsesiva por la belleza y todos los días se mira al espejo con la
célebre frase: “espejito, ¿quién es la más bella del reino?” Y el espejo
siempre le responde: “tú, mi reina”. Hasta que un día el espejo responde: “tú
eres muy hermosa, pero Blancanieves es mucho más hermosa que tú”. Y en ese
momento, cuando la niña empieza a ser admirada en su belleza de adolescente o
joven, comienza la rivalidad. Este cuento va casi siempre a hablar de la
rivalidad. La de la hija que quiere ocupar el lugar de su madre en “el espejo”
y/o la de la madre al verse disminuida frente a su joven hija. Lo que decíamos
antes acerca de ese padre ausente es aquí más patente. No hay un padre que
jerarquiza, que da a cada una de las dos, madre e hija, el lugar que
corresponde. Y en esa ausencia la pelea es feroz. Algo que vemos continuamente
en nuestras consultas. Muchas madres e hijas están enfrentadas porque el
padre no ocupó su lugar y muchos padres e hijos son eternos rivales por la
misma razón, porque la mamá no dejó claro a los ojos infantiles (o estos no
pudieron ver) quién era la pareja y quién el hijo y los distintos lugares que
ocupaba cada uno en su corazón.
Una manera en la que podemos trabajar
es la “silla vacía”. En este método propio de la Gestalt ya hemos explicado que
ponemos en diálogo a dos personas o a dos partes distintas de la misma persona.
Así, se le puede decir al alumno: vamos a hacer una silla vacía con el espejo.
Una parte va a ser el alumno y la otra en esa silla vacía será el espejo. La
persona va a hablar en presente a ese espejo como si fuera algo real presente
en la otra silla (o en el otro cojín, ya que lo más frecuente es que todo el
taller transcurra en colchonetas y cojines en el suelo). Cuando el participante
o nosotras queramos que sea el espejo el que hable, el participante debe
cambiarse de cojín. Lo hace con los ojos cerrados para ponerse más en
situación. El objetivo es siempre el conocimiento más profundo de uno mismo. Y,
también con frecuencia, observamos que en ese diálogo el espejo parece estar
representando a alguien concreto. Si es así, podemos preguntar: ¿con quién
estás hablando? Y la alumna puede decir, por ejemplo: con mi padre. En ese
momento, el diálogo con el espejo puede pasar a ser el diálogo con el
padre.
Igualmente se puede pedir a la persona
que se vaya identificando con los elementos del cuento. Y esa identificación se
puede hacer con objetos inanimados. Es más, la identificación con objetos
produce proyecciones más profundas porque no despierta defensas. Una persona
que empieza diciendo “soy un espejo” se deja fluir espontáneamente de forma más
libre que cuando se identifica con la madrastra que ya está revestida de
cualidades. La identificación con un objeto puede empezar de la siguiente
manera: soy un espejo dorado en el que tú te miras...etc. La proyección es
directa. El espejo que devuelve sólo belleza, que dice “tú eres la más bella”
puede ser una parte del paciente que queda desvelada y es sentida en su
totalidad en la asunción “soy un espejo”.
Y ¿qué sucede cuando el espejo
descubre que es Blancanieves la más hermosa? Pues que la madrastra, ciega de
celos y envidia, decide matarla. Para ello encarga a un cazador que lo haga y
le traiga su corazón como prueba. El cazador se apiada de la niña y la deja
escapar. Entonces comienza otra parte del cuento. Blancanieves encuentra, cuando
está cansada y hambrienta, una casita pequeña en la que hay una mesa con siete
platitos con comida, siete vasitos de vino y siete camitas muy pequeñas. Y
decide comer, beber y se queda dormida. Hasta que llegan a la casa los siete
enanitos. Otra conversación (como la de Caperucita y el lobo) famosísima. Más
que un “trending topic” actual que sólo dura días u horas. ¿Quién ha utilizado
mi silla? ¿Quién ha comido de mi pan? ¿Quién ha usado mi tenedor? Las preguntas
que alimentan el suspense del pequeño lector u oyente que sabe de antemano lo
que se van a encontrar los enanitos. Ahí comienza una parte de cuidados mutuos
entre Blancanieves y los siete enanitos en la que ellos intentan protegerla de
los peligros que representa la madrastra.
Podría representar el período de calma
(el periodo de latencia de Freud). Unos años sin conflictos. Hasta que llega el
momento de la adolescencia y la curiosidad de Blancanieves. Es entonces cuando una anciana,
en apariencia bondadosa, le incita a probarse unos lacitos para el pelo y le
lleva a probar la fruta envenenada y, al igual que en la Bella Durmiente, la
niña cae al suelo.
De nuevo se trata de la transición a
la vida adulta y a la última parte del cuento. En el trabajo hemos encontrado a
algunas Blancanieves a las que no gusta y no gustaba el final que se avecina.
Una alumna no quería abandonar esa vida con los enanitos porque “me encontraba
muy bien con esos hombres pequeñitos con los que no tenía sexo”. Y otra, en el
mismo taller, expresaba “qué pena tener que abandonar a siete hombres aunque
fueran pequeños para quedar atada a uno sólo”. Y en los dos casos esas frases
eran descripciones de los conflictos en su vida actual. Una tercera recordaba
que los enanitos la cuidaban. Su tono es seco, no habla de los enanitos sino de
los “enanos”, como transmitiéndonos su desinterés por el cuento. Le pedimos que
elija enanitos entre sus compañeros y elige tres: el gruñón, el mudito y otro.
Le decimos: ¿qué quieres que hagan los enanitos? Contesta: “que me cuiden”. De
nuevo preguntamos: ¿Cómo? Respuesta: “que me den de comer, que me acuesten”. Se
va desarrollando espontáneamente una escena en la que los tres enanitos la
cuidan, le dan de comer, la tumban, le hacen caricias, la masajean...y nuestra
Blancanieves se afloja. Ahora ya no es la que “tira” el cuento hablando de
“enanos” en lugar de narrarlo como en el original. Ahora parece una niñita
tierna y juguetona que hasta ese momento no conocían sus compañeros. Pedimos a
los enanitos que sigan acompañándola, en contacto físico, hasta que vuelva a su
lugar en la sala. Nos deja ver que, debajo de su aparente frialdad al hablar de
“los enanos” y de su oposicionismo hacia nosotras al narrar el cuento
“tirándolo”, hay una necesidad de cuidados enorme.
La madrastra de Blancanieves
representa la envidia por excelencia y es un excelente personaje polar para
nuestro trabajo. La Blancanieves alumna puede haber hecho perfectamente una
proyección de la envidia en la madre de Blancanieves. Es frecuente que las
personas que dicen ser envidiadas hagan ese tipo de proyección y no reconozcan
dentro de sí la envidia.
El cuento nos lleva a otro escenario
que ha fascinado a niños y adultos: la urna de cristal en que los enanitos
colocan a Blancanieves en el bosque. Es una Blancanieves perfecta. La mujer
perfecta es una muerta. Éste sería un tema importante para añadir al trabajo
personal de cada participante. Después de que cada uno recoja lo que le ha
conmovido en su trabajo o en el de los otros, podemos hablar acerca de los
valores presentes en los cuentos. Una mujer inconsciente, muerta, que no
pertenece al mundo carnal es la perfecta esposa para un príncipe que la
devuelve a la vida con un beso...
Más allá de lo dicho acerca de que los
cuentos han sufrido un proceso de destrucción, pulido y reelaboración hasta que
se pusieron por escrito y que no es posible reformarlos para que representen
unos valores más acordes con los nuestros, es evidente que transmiten unos
roles de género tradicionales que están todavía en el inconsciente colectivo.
Por eso, podemos decir que trabajar con cuentos tradicionales puede hacer más
conscientes estos roles mientras que criticarlos y echarlos por tierra de
antemano, nos deja sin esa estupenda herramienta para entendernos más
profundamente. No podemos modificar el inconsciente a base de leyes ni de
relatos antiguos modificados, pero eso no significa que estemos de acuerdo con
la transmisión y mantenimiento de esos valores.
Una alumna recuerda, al trabajar con
el cuento de Blancanieves, el periodo de su vida en el que dejó de trabajar y
se quedó en casa porque no se sentía con valor para salir al mundo. Es decir,
puede ser que el cuento sea elegido no por ser el más significativo en la
infancia sino por ser el más acorde con la situación actual y por eso es el
primer cuento que viene a la mente.
Blancanieves es también un guion de
vida que tiene que ver mucho con la búsqueda actual de la belleza a cualquier
precio. De modo que, aun siendo una historia antigua y aun pareciéndonos que
transmite valores de una sociedad marcada por valores patriarcales, nos
confronta con la vigencia y la transmisión de esos valores ahora. Ser la más
bella no es algo que suene extravagante a muchas alumnas (y cada vez más a
muchos alumnos) o, al menos, estar todo el día reasegurándose en el espejo
forma parte de una personalidad totalmente adaptada en lo social aunque en el
cuento pueda sentirse grotesca. Espejito ¿sigo siendo guapa, joven, delgada… etc.?
Hay un librito muy esclarecedor al respecto. «Psicoanalisis de los cuentos de hadas» de Bruno Bettelheim.
ResponderEliminarCierto. Ese libro es estupendo.
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