TRABAJO TERAPÉUTICO CON LOS BUENOS Y LOS
MALOS
Nurieta González Sebastiá
Dibujos: Ramón Gutiérrez Arroba
(silla vacía)
Ya hemos ido viendo en los relatos
anteriores que el trabajo con los cuentos incluye varios factores. Por un lado,
el trabajo con el personaje central, el protagonista, con aquél con quien se
identifica el lector. Por ejemplo, el trabajo con Caperucita Roja o con Peter
Pan. Se trata, como hemos ido viendo, de ver en nuestro interior facetas del
personaje. Examinar qué tenemos de Caperucitas o de Capitán Trueno o de Peter
Pan. Poder darle ese nombre. El título, la manera en que nombramos eso que
reconocemos como nuestro (por ejemplo “mi ratita”) puede favorecer que
profundicemos más y más en el conocimiento de nosotros mismos. Además, también
íbamos viendo en las páginas anteriores que el grupo es extraordinariamente
importante en este trabajo. El mundo interno de cada miembro del grupo,
plasmado en una escena o una historia del cuento, cambia. Y no solamente cambia
porque hay la posibilidad de un insight sino por lo que el terapeuta y los
demás miembros del grupo aportan, la mirada externa. No es tanto que hagamos
consciente lo inconsciente (también sucede eso) sino que dejamos ver, ponemos
afuera lo de dentro, lo más íntimo. Y lo hacemos de manera suave, a veces
incluso con risas.
Por otro lado, el trabajo con el guion
del cuento, con mucha frecuencia, se ha convertido en el guion (o el guion
inverso) de vida. Es lo que veíamos en la alumna que se confía excesivamente en
las personas, especialmente en “los lobos” y termina abusada. O el alumno que
se identificaba con Hansel y creía que salvaba a su hermanita cuando el salvado
era él. Otro aspecto del guion del cuento es que nos puede explicar cómo son
los guiones familiares. Conocernos a nosotros mismos es una tarea difícil, que
nos puede llevar toda la vida. Pero saber más de nuestras familias y de cómo,
dentro de ellas, se representan historias es más difícil. Habitualmente damos
por hecho que las cosas son como son, que nuestros hermanos o nuestros padres
se comportan desde siempre de una manera que muchas veces no cuestionamos. Pues
bien, los guiones de los cuentos nos dan con frecuencia pistas interesantes. En
una de las historias comentadas, a propósito de Caperucita, veíamos a una
alumna hablar de los abusos que había sufrido. Pero, además, a raíz de contar
el cuento, cuestionaba a su madre y el papel poco protector que había tenido en
su infancia. Recordamos también el caso de la alumna cabritillo que relataba una familia simbiótica en que todos se sentían amenazados.
Y, por último, recogemos el otro trabajo que
suele resultar muy fructífero y, además, proporciona con frecuencia trabajos
divertidos en los que la risa precede o sigue a un insihgt. Y éste es el
trabajo con el personaje polar, aquel personaje que es el opuesto del
protagonista. El lobo o la madrastra o la bruja. Es el compendio de todas las
cualidades abominables para el paciente que realiza el trabajo. Por eso, no hay
dos lobos iguales ni dos madrastras idénticas.
Escuchamos con atención los relatos
y recogemos las opiniones de los compañeros del alumno que va a escoger su
“personaje polar”. El alumno o participante de un grupo ya ha hecho diversos
trabajos y ha hablado de sí mismo en numerosas ocasiones. Y sus compañeros
están en condiciones de poner matices al personaje polar. No va a ser solamente
un lobo sino un lobo zampón, o un lobo que asusta o un lobo zalamero...Y la
madrastra va a ser una madrastra sádica que se complace en el sufrimiento o una
madrastra que abandona...Y la niña que sintió ese abandono, durante el trabajo
con el personaje polar va a ser la que abandona sin contemplaciones a su hija o
hijo, dejándolo al disfrute de todos los lobos que estarán acechándolo. Porque
no olvidemos que en ese momento del trabajo todos los participantes están
actuando su personaje polar.
Es un trabajo para ampliar el espacio
interno. Para retener dentro aspectos que son negados. Así, uno puede
considerarse solamente bueno y actuar desde un personaje envidioso puede dar
cabida dentro a envidias y maldades que coexisten con la bondad reconocida.
Porque no somos exclusivamente buenos o malos, inocentes o desconfiados. Es
más, no es sano que seamos solamente de una manera. Si nos adaptamos a la vida,
necesitaremos un amplio repertorio de sentimientos y conductas. Perls decía que
“en la salud manda la circunstancia”. Con eso hacía referencia a que las
personas sanas son más flexibles y no tienen esquemas rígidos que les hace
responder igual de día que de noche, en una situación tranquila o en una de
peligro. ¿Sería sano no tener agresividad cuando el otro nos amenaza?
Necesitamos ser lobos además de corderos.
Para ese momento del trabajo
terapéutico (el de representar al personaje polar) pedimos que los
participantes se caractericen. Un trapo alrededor de la cabeza, una máscara,
pintura en la cara, hacen que el alumno se integre totalmente en el personaje y
comience a explorar sus características más negadas. Como decíamos, todas aquellas
facetas que quedan excluidas de la autoimagen, aquellas cosas que nos decimos
que no somos. Cosas como “no soy mala” “yo no trato mal a nadie”...etc. Todo
esto lo excluimos de nuestro propio autoconcepto y nos supone un gran esfuerzo,
aunque ese esfuerzo no sea consciente. Ser siempre buenos, no tener celos,
tratar de no sentir rivalidades, resta energía. Por eso en este trabajo es muy
frecuente que los participantes se encuentren enérgicos y vitales al reconocer
su maldad, sus ganas de que el otro sufra, su envidia, la descarga mediante
verbalizaciones, gestos, ademanes e impulsos poco presentables para la
persona.
Los que estamos llamando personajes
polares nos descubren también cuáles son las normas morales o éticas que
cumplimos y a las que nos sometemos sin saberlo. Son, como ya vimos en palabras
de Perls, nuestro “perro de arriba”, el superyó. Todo lo prohibido por estas
normas que hemos adquirido desde la infancia son los “introyectos”. Y los malos
de los cuentos nos permiten conocer estos introyectos porque representan la
conducta contraria a los mismos. Son seres que son totalmente malos sin que nos
cuenten ninguna justificación. Desean el mal, son vengativos, se lo comen todo,
son sádicos...y el niño (y los adultos también) necesitan tener algún lugar donde
proyectar esos deseos que sienten con mucha fuerza. Los niños proyectan todo
eso en lobos y brujas y los adultos en los vecinos, en los políticos del signo
contrario al propio, en los países...Cuando un participante encarna a uno de
estos malos de cuento, deja de tener necesidad de esa proyección excesiva.
Reconoce dentro de sí todas esas cualidades negativas atribuidas a entes
externos.
El final de este trabajo con el
personaje polar puede ser hecho de diferentes maneras. Por ejemplo, una ronda
en la que cada uno hable de su experiencia en el taller, elaborando lo
sucedido. Esto puede ir precedido de una “silla vacía” en la que las dos partes
que se han trabajado se pongan en contacto y dialoguen. El cabritillo y el
lobo, Peter Pan y el Capitán Garfio, Cenicienta y la princesa. O Cenicienta y
la madrastra que, dialogando entre ellas, favorecen la integración de aspectos
en lucha dentro de la personalidad. Suponen un mayor espacio interno. Un yo más
sólido. Un mejor “autoapoyo” como proponía Perls. Para Perls las personas nos
debatimos entre el autoapoyo y la manipulación del ambiente para conseguir
satisfacer nuestras necesidades. Un mayor autoapoyo supone un grado también
mayor de salud. Y una necesidad de manipular el ambiente es característica de
una menor salud psicológica.
Puede resultar que, en el final,
después de toda la energía desplegada para la caracterización y puesta en marcha
del personaje polar, los participantes empiecen a “bajar”, a sentirse decaídos,
tristes. Y esto sucede porque es necesario un momento depresivo para poder
elaborar. Digamos que no es “gratis” reconocer facetas agresivas o sádicas o
egoístas dentro de uno mismo, aunque se libere una gran cantidad de energía que
estaba retenida para sujetar esas facetas no deseadas, y esa energía va a estar
disponible con más facilidad para la persona de manera que la pueda utilizar
para empresas más creativas. Pero aprovechamos el bajón posterior a todo este
trabajo, si es que se produce, para reflexionar y elaborar todo aquello que se
ha movilizado.
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