LOS CUENTOS COMO GUIÓN DE VIDA
Cuentos para terapeutas
Nurieta González Sebastiá
Dibujos: Ramón Gutiérrez Arroba
Vamos a sumergirnos en un trabajo
terapéutico que realizamos con pacientes y/o alumnos de Gestalt y que se basa
en los cuentos infantiles, muchas veces en los cuentos de hadas. Aquellas
primeras historias que nos contaron de niños y que son el soporte condensado de
recuerdos, vivencias infantiles, sabores, olores...
Este trabajo con los cuentos se
encuadra dentro de la Formación en Terapia Gestalt y tiene una duración de fin
de semana. Es decir, es un formato intensivo. Los alumnos o pacientes que lo
realizan ya llevan tiempo formándose juntos y se conocen. No es sólo un
conocimiento nominal (a veces, falta ese tipo de conocimiento y pueden no saber
o no recordar datos de filiación, trabajo…etc. de cada uno), es un conocimiento
más profundo. Han participado en dinámicas de grupo, se han confrontado unos
con otros, se han apoyado mutuamente en su proceso de autoconocimiento así como
en las circunstancias vitales que lo requieran siempre que las den a conocer al
grupo.
Por esa razón este tipo de trabajo es
más fluido, más fácil que un trabajo individual. Cada alumno trabaja su cuento
pero hay una caja de resonancia que hace que se profundice, se amplíe, se
exteriorice y se dé a conocer algo que no se sabía previamente. Es decir, se
promueve un insihgt, o un “darse cuenta” como nos gusta llamarlo en Gestalt. Y
este darse cuenta puede contagiarse o extenderse a otro participante que en ese
momento resuena con lo que se está produciendo en la sala. Y esto es así, no
sólo porque sucede en el trabajo terapéutico en grupos, sino por el hilo
conductor de este taller, los cuentos infantiles, esa “llave de oro que un hada
buena nos dejó en la cuna” en palabras de Jung.
Comencemos:
Pulgarcito aterido en el bosque,
abandonado, capaz de cualquier cosa con tal de volver a su casa, Caperucita
engañada por el lobo, enviada por mamá al bosque de los peligros, Cenicienta
injustamente tratada y desterrada en la cocina, son imágenes muy poderosas con
las que un niño puede identificarse. Y también resuenan esas imágenes en el
adulto, persisten en su memoria emocional tal y como fueron impresas en la
infancia. Por eso hemos elegido los cuentos: para reflexionar y comunicar
acerca de nuestro trabajo con ellos. Por su capacidad para llevarnos en un
santiamén del aquí y ahora de nuestra vida, de nuestros trabajos, de nuestros
roles presentes a aquel pasado que, incrustado en nuestro interior, permanece
al acecho, intentando salir a la superficie para buscar caminos, consuelo,
justificación. El pasado de nuestros conflictos, angustias y soledades que, en
muchas, por no decir en casi todas las ocasiones, se iniciaron en la
infancia.
Se ha escrito en los últimos tiempos
sobre los cuentos populares. Sobre la idoneidad o no de transmitirlos pues, al
hacerlo, transmitimos valores, roles de género, modelos de conducta que son
modelos muy poderosos. Nosotras en este trabajo dejamos algún lugar a la
discusión de esas cuestiones pero no nos centramos en ellas.
Lo realmente fascinante para un niño,
acerca del héroe de un cuento, no es la lección que se desprende de su
comportamiento, sino la necesidad de parecerse a él, la identificación con un
personaje que no es grandioso ni todopoderoso, sino vulnerable y sometido a
grandes contratiempos. Los niños necesitan modelos con los que identificarse.
En los cuentos, esta identificación se realiza con personajes que encuentran
soluciones a las grandes encrucijadas de la vida (el abandono de los padres, la
necesidad de crecer y salir del hogar, que el niño vislumbra en el futuro, la
sensación de injusticia respecto al trato concedido a un hermano) a través de
su ingenio, de su valor, de su astucia, de la colaboración de la naturaleza, de
los animales y de los pobres harapientos que, a veces, le ofrecen su
ayuda.
Pero la cuestión de los roles de
género no es tema menor. Remitimos al lector a diversos artículos sobre este
tema. Por ejemplo Elvira Lindo (2010) dice que cualquier niño o niña que
lea Cenicienta se va a identificar con la protagonista. El niño varón que pide
una y otra vez que le lean la Cenicienta no se identifica con el apuesto
Príncipe sino con la pobre heroína que resiste después de haber perdido a una
madre y ser maltratada por una madrastra. Y parece que hay acuerdo en que
surgen y seguirán surgiendo nuevos cuentos que transmitan los valores actuales
pero no parece necesario hacer cirugías o recomponer los cuentos
tradicionales.
Sobre este tema se publicaron en el
diario El País diferentes artículos en los que se nos recuerda la frase anteriormente
citada de Jung sobre los cuentos de hadas como “una llave de oro que un hada
buena nos puso en la cuna”, o se nos anima a revindicar el sentido común para
buscar relatos nuevos que reflejen nuevos valores sin reinventar a los clásicos
o, también, que es necesario que sepamos desde niños de la presencia del mal en
el mundo sin descartarlo. Igualmente, que el sentido de estas narraciones es de
carácter simbólico por lo que no pueden ser adaptados sin más a los nuevos
valores porque correríamos el riesgo del más espantoso ridículo. (R. Torres, V.
Fernández, A. Intxausti en 2010 y S. Puértolas y A. Rodríguez Almodóvar en
2011).
Realmente en los cuentos se dio una
larga elaboración a lo largo de los siglos que hizo que quedaran después
plasmados como pequeñas obras de arte, relatos muy sofisticados detrás de su
aparente sencillez que enseñan al niño caminos de superación de las ansiedades
que le acechan. Caminos que pasan por explorar, aprender y ejercitarse casi
siempre fuera del hogar y hacerlo valerosamente.
Es probable, además, que los cuentos
tuvieran esa utilidad primera, la de superar la ansiedad de separación, porque
la infancia se acababa pronto y el niño tenía que madurar mucho antes que
ahora, tenía que salir al mundo, trabajar, formar un hogar a una edad en la que
hoy en día todavía está entrando en la adolescencia.
Y muestran peligros y personajes
odiosos en el mundo infantil como hadas malas, madrastras y ogros. ¡Qué gran
tema las madrastras! Qué bueno para los niños y niñas poder desviar el odio
hacia la mamá de la que dependen, hacia esa odiosa figura de la madrastra. Qué
enorme utilidad la de ese personaje en que la mente del niño puede proyectar la
maldad dejando intacta a la mamá. Y qué descanso para la mamá que lee el cuento
al niño, esa mamá que dice que la madrastra es mala (y ella está a salvo al
calor del hogar, en esa estampa de leer un cuento a su hijo).
Avisar a los niños del peligro forma
parte de la transmisión, del despliegue protector frente al mundo, acomodada a
los esquemas infantiles. Los niños no prevén los peligros y, por lo tanto, los
peligros pueden ser mortales. El niño cruzaría la calle sin mirar (o el
bosque), el niño se tira a la piscina sin saber nadar, mete los dedos en el
enchufe o se asoma por la ventana de un quinto piso sin valorar el peligro.
Tampoco tiene conciencia, con toda su inocencia, de los peligros sociales,
puede irse de la mano de quien le ofrece un caramelo aunque no lo conozca. De
la misma manera, no tiene conciencia de sus potentes sentimientos de odio
y de la diferencia entre estos y las acciones que derivan de ellos, por lo que
no entiende que meter el dedo en el ojo del hermanito tenga efectos
desastrosos. Por eso, en los cuentos equivocarse o no obedecer trae
consecuencias fatales.
Tampoco los niños tienen inicialmente
la capacidad de aunar la imagen buena y la mala de la madre. Esa capacidad de
integrar en la misma persona características buenas y malas es bastante tardía.
Y la madrastra o la bruja representan a esa madre mala que abandona, que no
atiende a su llanto, que dice no o dilata a más tarde la satisfacción de lo que
el niño pide con absoluta indiferencia hacia las necesidades del exterior. El
niño quiere la satisfacción inmediata. Si pudiera pensar en estos términos el
niño nos diría: ¿cómo puedo tener una mamá tan mala? ¿no es esto un lugar
absolutamente inseguro en el que no puedo encontrar satisfacción de lo que
necesito? ¿no seré arrojado al exterior sin ninguna protección? Y cuando la
mamá vuelve a atender al bebé o al niño pequeño ese mismo niño nos diría: qué
buena es esta mamá que siempre tiene algo que ofrecerme para calmar mi hambre o
mis ganas de jugar o de moverme. Mientras el niño no puede pensar que mamá es
la unión de esas dos figuras: la mamá buena y la mala, puede proyectar a la
mala, a la que no repara, y le falla, en un personaje inventado: la
madrastra, la bruja... Del mismo modo, puede ver en el ogro los aspectos
negativos y temidos del papá.
Así que las niñas y niños encuentran
en los cuentos reflejos de su sufrimiento, de su dolor, de su soledad y su
pequeñez. Y encuentran también formas de solucionar sus problemas. Los niños no
se quedan paralizados cuando leen las barbaridades que hacen los malos (son
realmente barbaridades, se los comen, los cocinan, los abandonan...) sino que
encuentran que hay modos de salir de esos enredos. Los niños encuentran, a
través de los personajes de los cuentos, posibilidades de cambiar ese presente
abrumador con estrategias que van pensando y actuando. El tiempo no es fijo y
congelado sino que es dinámico y se pueden transformar las situaciones. Además,
al hacerlo, se realizan aprendizajes nuevos. Los cuentos acaban bien.
Encontramos en los cuentos arquetipos
universales de identificación. Figuras a las que adherirse sin esfuerzo y que
nos proporcionan a los terapeutas una formidable forma de trabajo que sólo
podría ser igualada o superada por los sueños. Si los sueños son un camino
directo al inconsciente, los cuentos, que pedimos repetidamente que nos
contaran cuando éramos niños y que recordamos más o menos desfigurados, pueden
ser un objeto de trabajo terapéutico especial, con un estatus “regio” en la
terminología psicoanalítica referida a los sueños.
Los cuentos que recordamos como
nuestros favoritos contienen las notas, los colores y las creencias con las que
fuimos configurando nuestra personalidad. Los valores y la forma de alcanzarlos
que comenzamos entonces y aún seguimos intentando realizar.
Hay excelentes libros sobre todo lo
expuesto hasta aquí, Lo que pretendemos es ilustrar con ejemplos el trabajo
terapéutico con los cuentos. Trabajo casi siempre realizado en grupo por las
razones que exponíamos anteriormente. Pero no podemos dejar de nombrar aquí el
trabajo de Bettelheim (2006) en el que hemos encontrado una gran cantidad de
coincidencias con nuestro modo de pensar y hacer.
Vamos a ir viendo ese proceso de
trabajo. A través de ejemplos y viñetas grupales, iremos describiendo el
trabajo con los cuentos.
Ángeles Martín comenzó a trabajar con
los cuentos en los grupos de alumnos de la formación de terapeutas en Gestalt
en el año 1980. Y comenzó a hacerlo de la misma manera en que se trabajan los
sueños en esta escuela.
-En primer lugar, los participantes o alumnos
(de las dos formas les nombraremos a lo largo de las siguientes páginas)
escriben su cuento favorito de la infancia. Esta elección conviene que sea
hecha rápidamente, sin pensar. Y ya en los primeros momentos hay una censura en
muchos alumnos. Un rato después de haber elegido el cuento que más recuerdan de
su infancia intentan elegir otro. O empiezan a dudar sobre si ése es el cuento
que más les gustaba o si era otro...
Incluso antes de saber qué trabajo
vamos a proponer, algunas personas entienden que hablar del Patito Feo o
de Cenicienta les produce cierta ansiedad. Están acostumbrados al tipo de
trabajo experimental o experiencial de la Gestalt y ya intuyen qué conflictos o
preocupaciones nucleares van a salir a la superficie. Por eso, hay muchas veces
una inmediata censura. Es habitual que después de elegir el primer cuento digan
que prefieren trabajar otra historia y también es habitual que sea una historia
que oyeron o vieron en el cine cuando ya tenían más edad. No sería un problema
trabajar con esa segunda historia porque en el trabajo de proyección en los
personajes elegidos volverán a aparecer las ansiedades básicas pero ¿por qué
complicarnos y dificultar el camino de su revelación?
El trabajo con los cuentos a pesar de
lo que vamos diciendo es, en general, un trabajo lúdico y con mucha frecuencia
gozoso. El mismo disfrute que teníamos de niños con el cuento puede aparecer
ahora cuando lo recuperamos terapéuticamente y así podemos profundizar en nuestra
psique de una manera más rápida. Lo que nos produce placer siempre es más
sencillo de hacer.
Lo anterior no quiere decir que en
todos los casos este trabajo con los cuentos de la infancia sea un trabajo
fácil y agradable. Para muchos la infancia fue más difícil, la persona tuvo que
lidiar con asuntos que sobrepasaban los recursos que tenía en esas edades y
toda recuperación puede resultar penosa. La vida puede ser muy difícil como ya
sabemos y más en la infancia cuando nuestros recursos y aprendizajes no son
suficientes para afrontar una situación complicada.
En general, como decíamos,
recomendamos la primera elección, el primer cuento que se nos ocurre. Así,
antes de introducir el tema del taller de Cuentos, podemos hacer una primera
ronda preguntando a los alumnos: ¿Cuál era vuestro cuento favorito en la
infancia? ¿Había algún cuento que queríais que os contaran o que queríais leer
repetidamente?
-
En segundo lugar,
una vez elegido el cuento los alumnos lo escriben tal y como lo recuerdan.
Conviene darse tiempo para cada uno de los pasos. Ya en ese rato dedicado al
recuerdo empiezan a aparecer emociones relativas al pasado infantil… Y
después, uno a uno, van leyendo su cuento. Una vez leído el cuento, se le pide
al alumno que lo vuelva a leer en primera persona y en presente. Por ejemplo:
Soy Hansel y tengo una hermanita...
Un posible cronograma de un taller de
cuentos (decimos posible porque en el trabajo con grupos el ritmo depende de lo
que sucede en ese momento en la vida del grupo, el emergente grupal, si hay
algún alumno que necesita comentar algo antes de comenzar...) sería así:
1-En primer lugar se elige el cuento
preferido de la infancia.
2-Se escribe ese cuento tal y como se
recuerda.
3-Después se lee en alto al
grupo.
4-Se vuelve a leer el cuento en
primera persona y en presente.
5-Se trabaja de distintas maneras y, a
lo largo de este libro, ejemplificaremos distintos modos de trabajo que van
desde la simple lectura a una dramatización en la que pueden estar presentes
muchos de los miembros del grupo representando distintos personajes.
6-Se elige un personaje opuesto o
polar al personaje elegido en el cuento.
7-Se escenifica con ayuda de alguna
caracterización ese personaje polar (lo llamamos así porque representa el
extremo opuesto en una polaridad en la que la referencia es el protagonista del
cuento. Frente a la inocencia de Blancanieves toda la maldad y deseos de
suplantar, de pasar por encima de quién sea, están presentes en la madrastra.
Entonces hablaremos de la madrastra como el personaje polar).
Iremos describiendo cada uno de estos
pasos según vayamos desgranando los distintos trabajos con los cuentos que
hemos incluido. Volvemos a insistir en que este trabajo lo desarrollamos
atendiendo al momento del grupo. Así, podemos hacer una ronda inicial para que
cada uno comente cómo se siente y qué le preocupa, podemos intercalar
comentarios teóricos sobre los cuentos o sobre la técnica psicoterapéutica
utilizada o algún otro trabajo según lo consideremos necesario. Lo más frecuente
es que ya tengamos conocimiento de los participantes y estos ya estén
acostumbrados al tipo de trabajo que hacemos en Gestalt.
Las razones para incluir en este libro
los cuentos que siguen son varias. En primer lugar, han sido repetidamente
escogidos y son conocidos por casi todos los posibles lectores. Aun así,
haremos un resumen del argumento de cada cuento para poder entender mejor el
trabajo. Es decir, hemos prescindido de juicios o valoraciones. No los hemos
escogido nosotras, los han escogido nuestros alumnos y alumnas. En segundo
lugar, han sido contados muchas veces con lo que podemos analizar con mayor
variedad cada cuento y ver cómo hay muy distintas maneras de vivirse como
Cenicienta o como Pulgarcito. También incluimos algún trabajo con una película
reciente para poder mostrar que la forma de trabajo es la misma. Es esperable
que, a medida que pasa el tiempo, los cuentos aquí incluidos serán sustituidos
por otros que vayan incorporándose a las lecturas de los niños y a la cultura
común (así como al inconsciente colectivo).
A medida que vayamos desarrollando en diferentes entradas al blog este libro, el esquema se entenderá cada vez mejor.